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del Mundo.

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Cuentos de la Ciudad

La Fantasía del Rock.

Anny y sus amigos se fueron al karaoke “Laser” a cantar y bailar para festejar el fin de semana, la llegada del esperado sábado y acabar con un poco de la represa de energía que tienen los universitarios. En el karaoke como siempre, hubo música, conversación, tragos y baile, se podría decir que hubo alegría y jolgorio. Pero también hubo una serie de sujetos cantando desorejadamente canción tras canción.

Mientras sus compañeros se divertían, Anny, jovencita universitaria de 18 años, bailaba de rato en rato, pero sobre todo, llevaba el ritmo de las animadas canciones, soñaba entusiasmada con ser una gran estrella del rock, se imaginaba a sí misma cantando y tocando una guitarra eléctrica en un gran escenario de una gran ciudad, rodeada de miles de fans que entonaban sus canciones hasta el paroxismo. Por increíble que parezca, Anny era una niña tímida que se había pasado lo que iba de su adolescencia, encerrada en su casa, era una de las primeras veces que había conseguido un permiso y podía salir con sus compañeros de la universidad.

Los sábados por la noche, mientras sus compañeros se divertían en las discotecas, ella se las pasaba en casa, entrenando tocadas de rock con la guitarra criolla de su padre, cantando desesperada los temas clásicos del rock duro inglés y ensayando saludos, probándose trajes de cantante metalera, enloqueciendo en su habitación al ritmo del metal. Sin embargo, no podía salir de noche, su conservadora madre y su duro padre no le permitirían salir, hasta que cumpla por lo menos los veinte, entonces podría salir con más frecuencia, por ahora, sólo podía hacerlo una vez cada tres meses, pero tenía que estar acompañada de gente confiable y volver a una hora prudencial.

Anny era una niña tímida y aparentemente frágil como una gatita; pero en realidad esa era su apariencia externa, la forma en que se presentaba al mundo, en realidad era una chica dura, de carácter fuerte como el metal, de un corazón tan sensible como un piano y firme en sus decisiones como una locomotora. Mantenía en secreto su loca afición por el rock duro, pues hacía perfecta sintonía con su personalidad, conjugaba perfectamente con su sistema nervioso. Aun cuando no lo sabía completamente, tenía todos los elementos para ser una verdadera rebelde metalera. La dureza y verticalidad de su padre le habían dado la rebeldía suficiente que es indispensable en un músico metalero.

Esa noche estuvo llevando el ritmo alegre de las canciones del karaoke, llevó cadenciosamente el ritmo de las toadas, cumbias, salsas y la música romántica. Sin darse cuenta fue aceptando uno tras otro los piropos y los tragos que sus irreverentes compañeros de la universidad le alcanzaban. En cierto momento de la noche, el karaoke se detuvo para dar paso a una serial de temas clásicos del rock. Anny saltó de su lugar para bailar animadamente, poco a poco la secuencia de rock se fue poniendo dura y más dura, hasta que el karaoke reventaba en temas clásicos del más duro metal.

Entonces Anny no pudo contener por más tiempo su carácter, le dio un gran empujón al pajarraco que estaba bailando con ella y corrió hacia el pequeño escenario del karaoke, conectó el micrófono y se puso a cantar sin represiones ni temor. En pocos segundos se apoderó del escenario y cantó con tal destreza que nadie se molestó, todo lo contrario, la aplaudieron frenéticamente y bailaron al ritmo del rock, dejándose llevar por su voz profunda y agresiva.

El discjockey se dio cuenta y fue colocando uno tras otro los temas clásicos del rock metálico. Anny cantaba electrizantemente, estaba poseída por el ritmo, transportada por las luces y dominada completamente por sus fantasías de rock en el escenario, por sus venas ya no corría sangre sino metal fundido. Por largos minutos cantó y gritó en el escenario, sintió que estaba en uno de los grandes escenarios del rock y que los ocasionales parroquianos que acudieron esa noche al karaoke eran sus fans. Al verla cantar tan desinhibida y fuertemente, sus compañeros no lo podían creer. La tímida e indefensa Anny estaba en el escenario, cantando con la fuerza de un volcán, gritando con una convicción increíble y moviendo el ánimo de todos los presentes.

Luego de unos temas, se terminó el rock metálico y Anny se dio cuenta de su arrebato y algo azorada agradeció. Los asistentes al karaoke la aplaudieron a rabiar. Hasta el pajarraco que estuvo bailando con ella, se olvidó del empujón y le gritó entusiasmado: “¡Buena Anny, muy buena, eres una estrella!” El discjockey quien estaba aburrido de escuchar a uno y otro desorejado parroquiano cantar noche tras noche, salió para aplaudir a la inesperada Anny. El mozo se apresuró a ofrecer a la muchachita un gran vaso de soda. Hasta el borracho panzón que había estado cantando toda la noche, esa ranchera “Sigo siendo el rey” tuvo que admitir que había pasado muy buenos minutos escuchando cantar a la jovencita, se sirvió un trago fuerte y propuso un brindis a sus amigos, murmurando: “¡Qué chica fuerte! ¿Eh?”

Anny volvió al apartado y se calmó, mientras reía, suspiraba y se limpiaba el profuso sudor que le había producido su inesperado arrebato. Por unos minutos había vivido su sueño, se había sentido una estrella del rock metálico y hasta había visto a los fans, sentido sus aplausos y dejado arrebatar por el ritmo loco del rock metálico.

Unos momentos más permanecieron en el karaoke, mientras Anny se componía, luego, se fueron, pues ya era hora de que regrese a casa. Los compañeros la llevaron, cual si estuvieran acompañando a una verdadera estrella de rock. Anny agradeció a sus amigos, ellos la vitorearon, se sintieron muy felices por haber visto a Anny desenvolverse así.

En la puerta de su casa se despidió de los amigos. El pajarraco, pequeño y malcriado jovencito borrachín se acercó a Anny y le dijo: “Mamacita desde hoy seré tu siervo, pídeme lo que quieras que yo te lo daré” Anny le dio un beso en la mejilla, sonriendo complacientemente.

Unos segundos después que se fueron los compañeros y Anny entró a casa. Su felicidad se interrumpió abruptamente por la presencia de su padre, quien la había estado esperando y la recibió con una reprimenda: “Te has demorado una hora más de lo acordado. ¡Qué significa esto muchachita! No volverás a salir hasta que a mí se me ocurra. ¿Entendiste?”. Le dijo molesto el desconfiado padre.

En pocos segundos, Anny se dio cuenta que ya no era, no podía seguir siendo la misma niña tímida y desprotegida. En pocos segundos se dio cuenta que algo había cambiado en ella. A partir de esa noche en que logró vencer sus temores, se instaló la mujer dura, resuelta y rebelde que era. Sin discutir con su padre entró a su habitación, tomó sus trajes, observó la guitarra y los afiches en la pared. Entonces supo que había llegado el momento de tomarse las cosas en serio y dejar de fantasear, el momento de irse lejos había llegado, lejos a vivir su propia vida y realizarse como cantante de rock metálico.

FIN.
Escrito en Cusco. 2004. - Autor: David Concha Romaña


José Luís Morales Sierra. "Harawi I"

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