Literatura y arte

desde el centro

del Mundo.

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Cuentos Mundanos

La Protesta.

Un buen día se instaló a vivir en el vecindario un perro pit bull que no tenía dueño, lo bauticé con el nombre de “Cancerbero”, por su fiereza y maldad y en remembranza al perro bicefálico de la mitología griega. Mordió a varios vecinos, menos a mí, porque lo tenía sobornado con hamburguesas. La gota que rebaso el vaso se dio cuando este horroroso can mordió al Teniente Alcalde del distrito de Santiago, lo agarró en la esquina de las calles Nueva y Cascaparo, cuando estaba tomando unas gaseosas con sus regidores, después de la inauguración del asfaltado de una de esas calles.

Los vecinos decidieron protestar y defenderse. Se realizó una reunión para organizar un comité de defensa y una protesta que obligue al alcalde a acabar con el maléfico animal. A mí me asignaron dibujar al pit bull en cartulina para colocar en la parte inferior la siguiente inscripción: "¡Maten al pit bull asesino!" Yo no podía hacer tales trabajos, mis clientes me tenían sin vida con sus exigencias. ¿De donde hubiera sacado tiempo para dibujar al pit bull? Además, si me metía a dibujar al malvado can, conociéndome, hubiera terminado haciendo una obra de arte surrealista, hasta le hubiera comprado un marco para colocarlo luego de la protesta en la habitación que utilizaba como museo. Bueno, decidí no dibujarlo y llevar una foto del can. El problema era encontrarle el plano perfecto, podría ser un can; pero la foto amigos, tiene que salir bien, mi deseo era retratarlo en un claroscuro al lado de las tiendas de yogurt y leche, resultaría una combinación tan tierna, fotografiar al horroroso can junto a la tierna y celestial leche. El problema era terrible porque no había forma de llamarlo por teléfono o cosa parecida, no sé, talvez podría comprar una porción de pollo y llamar su atención con la carnada.

Nadie conocía su paradero, aparecía en el barrio en el momento menos pensado. En realidad era un perro que no tenía casa; pero vivía mejor que el mismo alcalde porque todos los vecinos lo tenían sobornado con manjares, todo con la finalidad de no ser mordidos. El infeliz dormía en alguno de los kioscos del mercado de San Pedro. Salía a morder y amedrentar al vecindario todas las mañanas. Era un problema. Tomarle la foto sería un riesgo para mí, no tenía porque exponerme de tal manera, así que decidí maquillar al perro labrador de mí ex esposa que vivía a tres cuadras de mi casa.

El perro de mi ex esposa era precioso, muy bueno, de buen carácter, de sentimientos profundos y un sentido sumamente comprensivo de la vida, era amigo de los niños y de todo el mundo. En realidad era mi perro, solo que en el divorcio lo dejé con mi ex esposa rica, haciéndole creer que era parte de los bienes que le correspondían. Lo que yo quería era que esté bien alimentado. En la casa de mí ex esposa lo estaría. Tenía una vida cómoda corriendo por el extenso jardín. Mi perro lo sabía, era mi cómplice, en las tardes con solo un silbido, salía y nos íbamos al parque a hacer deportes o mirar a los transeúntes. A veces se quedaba en mi departamento a pasar la noche y yo tenía el descaro de llamar por teléfono a mí ex mujer y decirle: "¡Oye, te ruego que tengas la amabilidad de recoger a tu perro!". Además me servía para mantener contacto con ella. Ustedes saben, esas cosas del corazón, un día la quieres, al otro la odias, pero en el fondo la necesitas. Mi hermoso perro Alcides era el nexo perfecto.

Cuando me sentía deprimido y encolerizado por mi divorcio le pegaba al collar unas notas para que mi ex esposa las leyera: "Hay gente que no tiene corazón", "Amar es privilegio de unos cuantos", "Tanto tienes, tanto vales". Ella también utilizaba a Alcides para enviarme notas. Me contestaba con notas como la siguiente: “Los borrachos no tienen corazón", "Quien quiera dinero que trabaje". Y cosas de esas. A veces me llamaba por teléfono y me decía: "¿Qué le has dado al perro ah? está raro, si le sucede algo te voy a denunciar ante la Defensoría del Pueblo por hacer experimentos con mi perro”.

Pero bueno, esa historieta de amor es parte de otro asunto, tenemos que volver al tema del pit bull. Yo estaba cansado de caminar con mi hamburguesa en el maletín y los vecinos estaban hartos de caminar de taxi en taxi, todos habíamos implementado una serie de trucos para no ser mordidos, teníamos que acabar con Cancerbero. Casi cada tarde mientras hacía una siesta, escuchaba a un grupo de vecinos pasar por mi puerta gritando:

- ¡Muerte al pit bull!
- ¡Muerte al pitbull!

Pero, por favor, en toda relación hay un lado bueno, se hablaba muy mal del pit bull; pero desde que decidió instalarse en el vecindario ya no podíamos hacer escándalos los sábados por la noche con los amigos, teníamos que realizar nuestras fiestas en un lugar decente o en mi departamento, así, el vecindario creía que ya habíamos madurado y hasta la señora de la bodega decidió retomar el peligroso juego de darme crédito.

Uno de esos vecinos con la mente retorcida, ex policía, fantasioso hasta los codos, decía que había sido domador de la perra rusa Laica que viajó al espacio, tenía fotos con un perro de esa raza, pero, nada probaba que era Laica, aunque era verdad que había estado en Rusia en los años sesenta. Su padre lo mandó a estudiar ingeniería genética, sin siquiera saber qué era la ingeniería genética. En aquellos años estudiar ingeniería genética era una cosa increíble, algo así como viajar a Venus. Lo cierto es que Toño no estudió nada, se dedicó a la vida fácil y a organizar protestas en la Universidad Politécnica de Moscú. Fue expulsado de la Unión Soviética por haber escrito un artículo ridiculizando el periplo del Che Guevara en Bolivia. Toño tuvo que volver a Cusco, con su esposa Katia y su hijo Boris. Katia se creía lo máximo por el solo hecho de ser rusa. Ustedes no saben lo cómica que era Katia. Tomaba Vodka para impresionar. Cuando llegó al Perú ni siquiera tomaba, era sólo una chiquilla de diecinueve años. En el invierno se le metía a la cabeza que estaba en Siberia y salía con unos abrigos espeluznantes: chalecos rellenos de lana, gorras con lentes de submarinista y esas cosas. Creo que Katia añoraba su patria pero al no poder volver, por falta de dinero, la pobre se refugiaba en todas esos detalles. Toño se hizo Policía Nacional y con todo el cuento ese de la perra Laica y el viaje al espacio, el tipo se convirtió en un alucinado.

En una de las reuniones nos dijo a todos, muy suelto de huesos: “Queridos vecinos, ¿Para qué se hacen tantos problemas? Yo he domesticado a cientos de perros, mil veces más bravos que ese perrito que tanto miedo les causa, yo lo voy a domesticar y lo integraré al servicio del serenazgo, ni se preocupen”.

En el parque contiguo a su domicilio colocó unas barras para entrenar al perro; fue de lo más gracioso, lo entrenaba desde su ventana gritándole:

- ¡Cancerbero de pie!
- ¡Cancerbero siéntese!
- ¡Cancerbero, a la derecha, a la izquierda!

En cuanto a mi tarea para la marcha de protesta, decidí maquillar a mi perro Alcides, lo maquillaría igualito que el malvado Pit bull, y le tomaría las fotos que quisiera para la protesta. El asunto de la foto era un pasatiempo divertido. Saqué a Alcides una tarde y me di cuenta que sería un problema tremendo tratar de maquillar a un perro labrador de color amarillo y convertirlo en un pit bull negro y horroroso. ¡Cataplún!, se me encendió la chispa, decidí comprar una máscara en una de las tiendas de fiestas infantiles y ponérsela a alguien para que parezca el pit bull, y así lo hice. Saqué una frazada y compré una máscara de perro. Tuve que pagarle diez soles a Boris para que se anime a posar con la máscara, quedó súper divertido. El día de la movilización ya tenía mi cartelón listo. Ansioso esperé a que los vecinos pasen por mi puerta para unirme a la protesta. A las diez de la mañana escuché sus gritos:

- ¡Muerte al pit bull!
- ¡Muerte al pit bull!

La mañana en que se hizo la protesta todos estuvimos juntos. Mi ex mujer se presentó con sus primos, amigos, hermanos y mi ex suegra, como siempre, enterradas en alhajas y joyas. Total, eran dueñas del grifo de la pista principal y del chifa-pollería más concurrido del barrio, además tenían combis, taxis, alquilaban maquinaria, tenían una fortuna incalculable. Yo por supuesto, vestido con el mismo terno de toda la vida, con mis medias del mismo color pero de distintos pares y para arreglarlo todo, un poco de colonia, "Barón Dandy", que era la última que me quedaba.

Mi foto agrandada quedó tan graciosa que todos se dieron cuenta que era Boris disfrazado de pit bull. La madre se acercó y me dijo:

-¡Cómo te atreves a engatusar a un chiquillo de dieciséis años para que se disfrace de perro, eres un inmoral, no permitiré que utilices ese letrero!

-Katia, querida -le respondí-, no ha sido mi intención molestarte, tu sabes que todo lo he hecho por el vecindario, además, mira, se trata de impresionar al alcalde para que capturen al pit bull, sin la foto va a ser más difícil. No lo tomes así, discúlpame, además quería invitarte a ti y a Toño a tomar unos Vodkas después de la protesta, van a venir varios amigos.

Como la rusa era una borracha y le encantaba la juerga me contesto:

-Bueno Salvador, me has convencido, pero eso sí, con una condición, háblale a Boris, dile que termine con la chiquilla ésa, es muy movida, lo tiene loco al pobre. Tu sabes, los rusos somos diferentes, Boris tiene un gran corazón pero está enloquecido por esa chiquilla. El otro día han tenido el descaro de encerrarse en el dormitorio, tengo un miedo tremendo a que quede embarazada, la carrera de Boris quedaría trunca, tu sabes, el sí tiene que ser ingeniero genético.

La dueña de la panadería organizó una junta vecinal de vigilancia que estaba compuesta por los jóvenes del barrio, tenían que salir todas las noches en grupos de cinco, con palos y ropa gruesa por si aparecía el pit bull. Todos pusimos cuota y le pagamos un dinero al negro Roger, el de la esquina, para que hiciera la vigilancia por nosotros. Este negrito tenía complejo de boxeador, en su cuarto tenía una colección de posters: de Sugar Ray Leonar, Rocky Marciano, Terminator, Rambo, Steven Seagal y otros recios peruanos y extranjeros; era el tipo perfecto para encabezar la vigilia. Aceptó el dinero y el encargo con el máximo entusiasmo, durante los días que duró la vigilancia el tipo estuvo feliz y realizado, comandaba el pelotón todas las noches. Posteriormente, el vecindario lo eligió como Jefe del Serenazgo, cargo que ocupa hasta la actualidad.

El día de la protesta todos nos juntamos en la Plaza San Francisco para iniciar la marcha, habían pancartas, letreros y la foto ampliada de Boris disfrazado de pit bull. El negro Roger encabezó la marcha, atrás de él estábamos todos los vecinos, en una esquina yo, con mi cartelón y al otro lado mi ex esposa y su familia, los moto taxistas, vigilantes, los rusos y todo el mundo se unió a la causa. Al llegar a la municipalidad no tuvimos problema alguno, el Alcalde, quien ya estaba enterado de la agresión que sufrió su Teniente Alcalde, nos garantizó que en el más breve plazo lo haría eliminar.

Una vez más, antes de marcharnos todos gritamos a viva voz:

- ¡Muerte al pit bull!
- ¡Muerte al pit bull!

Y luego nos quedamos sin protesta, pero no sin ganas, en el fondo todos queríamos protestar por algo. El pit bull nos había ayudado a darnos cuenta de la verdad, nuestra verdadera protesta necesitaba un pretexto y se dio gracias al pit bull, la mayor parte de los vecinos estaban sin trabajo, los jóvenes estaban sin estudiar, algunas madres ya no podían seguir manteniendo a sus hijos. El barrio estaba atravesando un momento malo, la situación del país se hacía insostenible. En la puerta de la municipalidad nos dimos cuenta de la verdad y en la reunión que hicimos en mi casa, decidimos ayudar a las personas en situación difícil.

Cancerbero fue atrapado por una compañía especializada y se lo llevaron a un centro especial, estoy seguro que se encuentra en muy buenas manos, gracias a el, una vez más, el barrio ha salido adelante, en este país lleno de indiferencia.

FIN.
Escrito en Cusco. 1999. - Autor: David Concha Romaña


Oscar León. "Revelaciones"

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