Literatura y arte

desde el centro

del Mundo.

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SUEÑOS DE AYAHUASCA
“Todo ser humano debe tener un horizonte mental positivo”.

EL GUERRERO.


Autor. David Concha Romaña.

Aquella noche luego de ingerir la bebida sagrada, mientras esperaba el inicio de la experiencia, pensaba: “Me gustaría visitar algún episodio de mis vidas pasadas. Pero bueno, aceptaré la experiencia que hoy me brinde la Madre Ayahuasca”. Como en todas las sesiones fui ingresando lentamente en un trance que me hizo perder la consciencia de quien era yo y dónde estaba. Obviamente mi cuerpo estaba en la Malloca, pero mi mente y mi espíritu fueron llevados a una realidad increíble. En la experiencia me vi en medio de una batalla antigua, de esas que se liberaban entre ejércitos con espadas, flechas y armas de la edad media. En la visión yo era el Comandante de un aguerrido ejército y luchábamos en una meseta contra las huestes enemigas. Estas llegaron hasta el fuerte que teníamos construido allí y lograron ingresar derribando una parte de uno de los muros de protección.

Defendimos el fuerte tan valiente y ardorosamente como pudimos; pero, fue tal la fuerza del enemigo que, en un momento, yo, en mi condición de General, me di cuenta que el fin sería la muerte si seguíamos luchando allí contra un ejército mucho más poderoso y lleno de recursos. Mis hombres hablaron a gritos diciendo: “¡Tenemos que huir o moriremos todos!” -Me dijeron desesperados. Por unos instantes lo dudé, pero si quería conservar la esperanza de reconstruir nuestro ejército y volver a defender nuestra causa. ¡Teníamos que huir! Quedábamos menos de cincuenta hombres, muchos de ellos heridos ya. Yo estaba lleno de magulladuras y heridas menores, pero seguía en condiciones de luchar.

Lleno de cólera y confusión, ordené la retirada y agrupándonos huimos corriendo colina hacia abajo. Les llevábamos considerable ventaja, lo cual podría talvez, darnos tiempo de huir y reconstruirnos en un lugar lejano con ayuda de los pueblos rebeldes, armar un nuevo ejército y volver a seguir luchando por nuestra causa, sobre cuya justicia o injusticia no opinaré, pues el lado contrario también tenía su punto de vista.

Bajamos la colina ayudándonos y dándonos valor unos a otros. La bajada fue algo cruel. No sé qué es lo que me dolió más, las heridas y el cansancio físico extremo, o el saber que habíamos sido derrotados. Mis hombres bajaron valientemente la rocosa colina, de rato en rato alguno gritaba: “¡General, volveremos, los derrotaremos!” “¡Si!”-Respondían mis valientes hombres. Yo los acompañaba empuñando mi espada y levantándola en señal de apoyo, pero en realidad me sentía derrotado y hasta cobarde, pero lleno de furia y esperanza por reorganizarnos y volver para vengarnos y ganar la guerra. Bajamos la inclemente colina haciendo un esfuerzo sobrehumano, pues teníamos que llevar a nuestros hombres heridos. Finalmente logramos llegar a la base, en la cual se extendía una planicie llena de vegetación y fango, pues era una mañana muy lluviosa, soplaba un viento atroz y el cielo estaba lleno de nueves negras.

Era como si el destino se hubiera confabulado para hacer que aquel día sea especialmente atroz para mí y mis valientes hombres. Estábamos unidos y convictos de nuestra causa, eso nos mantuvo con vida hasta llegar a la planicie. Exhaustos descansamos unos minutos, hasta que llegó a nuestros oídos el lejano rumor de las huestes enemigas que emprendieron una persecución atroz. Nos incorporamos inmediatamente y retomamos la huida tan rápido como nos fue posible. En la planicie avanzamos como podíamos, cayéndonos y levantándonos, turnándonos la tenencia del estandarte, corriendo y cargando a cuestas a nuestros hombres heridos, quienes sangraban y aguantaban el dolor físico y psicológico con valor inmenso y estoicismo. “¡Corramos hermanos, no nos alcanzarán!” -Gritaba uno y otro. Todos respondíamos levantando los brazos y gritando. En mi corazón aún brillaba la esperanza de lograr huir de algún modo. La cólera, la furia y la valentía me mantenían vivo y con fuerza, huyendo, sin embargo, me daba cuenta que mis hombres iban cayendo con más frecuencia, que a cada rato les costaba más levantarse para seguir. Varias veces me asaltó el deseo de no seguir adelante y detenerme a descansar y salir con mis hombres de aquel sueño de horror, pero, pronto volvimos a escuchar el rumor de odio que provenía de las huestes enemigas. Habían logrado llegar a la mitad de la colina, con sus caballos poderosos, sus cientos de hombres, sus carros y toda la indumentaria de su poderosa legión, que pese a la gran destrucción que les causamos, aun les quedaban muchos más recursos que a nosotros. Gritaban como demonios.

Seguimos corriendo, huyendo motivados por la adrenalina de la huida y el deseo de vivir para reorganizarnos, sin embargo, sus gritos de guerra se oían más cercanos cada vez y más salvajes, más llenos de odio y venganza. “A ellos, matadlos a todos” “¡Maten al General, ese infeliz no debe quedar vivo, no quiero prisioneros, quiero sus sucios cuerpos muertos para dárselos a los perros!”-Gritaba el Jefe, a quien días antes en la batalla le proferí una terrible herida en el brazo.

Sin voltear atrás corríamos en medio de la hierba, el fango, la terrible tormenta, los rayos y la desesperación. En ese momento tuve la sensación que Dios nos estaba castigando por la guerra, por lo crueles que fuimos, por lo cruel que fui en los momentos de triunfo. ¡Atormentado por mis pensamientos seguí corriendo y gritando “¡Vamos valientes, llegaremos al rio y cruzándolo ya no podrán alcanzarnos!” “¡Sí!, lleguemos al río!” -Contestaban mis valientes hombres. Aún faltaban unos dos o tres kilómetros para llegar, pero seguíamos corriendo, a tropezones y nuestros perseguidores gritaban y gritaban y no dejaban de perseguirnos. Estaban cada vez más cerca. Fue una situación desesperante.

Continuamos corriendo desesperadamente, hasta que finalmente la legión enemiga llegó y comenzó a atrapar a los que se encontraban en la parte final de nuestro grupo. Entre gritos y lucha encarnizada, fueron matando a mis hombres. Yo me detuve a luchar, pensé: “¡Ya no podré llegar al río, lucharemos hasta el final, no nos matarán sin defendernos!” Corrimos acalorados y enfurecidos a enfrentarnos gritando con todas las fuerzas que salían de nuestro ser. Me enfrenté junto a mis hombres, pero nos fueron diezmando, matando con crueldad en medio de nuestra defensa que ya no tenía posibilidades. Dejé de pensar, mi mente se concentró en la lucha y en la defensa. Maté a varios enemigos y luché como un león.

En cierto momento del fragor de la lucha, uno de los enemigos me dio un fuerte golpe en la espalda con una suerte de mazo. No pude mantener el equilibrio y caí pesadamente al fangoso suelo en medio de mis desesperados pensamientos. Mi espada voló de mi mano derecha, mi escudo de igual manera y terminé de caer como en cámara lenta. Con las justas pude defender mi rostro poniendo mis manos y brazos para contener la caída. Al caer, la armadura con la cual estaba ataviado, me lastimó mucho y sufrí de intenso dolor, pero eso no me dolió tanto. Me dolió terriblemente, inconteniblemente, insoportablemente el dolor de perder la batalla, la humillación y la pérdida de mis valiosos guerreros, mis hermanos. Ellos fueron siendo matados uno por uno rápidamente. Los dejaron tirados en el suelo fangoso. Yo permanecí caído, sufriendo el tremendo dolor que me causó el golpe de la armadura contra mi cuerpo, en especial contra mi cabeza por el casco y la máscara de protección que llevaba. Mientras trataba de hallar un punto de apoyo para levantarme, volví a caer varias veces, hasta que un tumulto encabezado por el Jefe enemigo, llegó hasta mí. El Jefe se acercó a mí, me escupió y me propinó varias patadas. “¡Sucia basura hoy morirás perro infiel e inmundo!” -Me gritó con voz de demonio.

Me quitaron a la fuerza mi armadura y me propinaron muchos golpes y me maltrataron terriblemente. En cierto momento cuando aún conservaba la consciencia como la de un remolino de sufrimiento y humillación, escuchando sus salvajes e instintivos gritos de furia y triunfo. El jefe se detuvo por un momento y levantando su brazo derecho, detuvo a sus huestes y se quedó observándome destrozado y destruido, pero aún vivo y consciente.

En un acto instintivo y lleno de cólera, le miré con todo el coraje y el valor que quedaban en mí y haciendo un esfuerzo infinito le grité: “¡El perro sucio eres tú, volveré para acabar con tu maldita causa!” Entonces, más enojado aún, el Jefe tomó una lanza con su mano y brazo derecho. Me dio una feroz patada en la espalda y me pisó la cabeza, manteniéndome así tirado tragando lodo. “¡Ahora morirá este perro!” -Gritó con maldad y furia y entonces me clavó la lanza en la base del cráneo, cerca del cuello, al lado del oído derecho y luego la extrajo. Quedé manando sangre a borbotones. Mi consciencia duró unos pocos segundos en los cuales lo último que pude pensar fue: “Ayúdame Dios a morir con tu protección” Luego perdí completamente la consciencia, mientras observaba como se fueron, creyendo que todos estábamos muertos luego de aquella masacre.

Mientras perdía la consciencia y me ahogaba en un mar de mi propia sangre, vi transcurrir ante mis todos los episodios de mi vida, lo vi todo en perspectiva, no hice ningún juicio de valor sólo observé mi vida como en cámara lenta y luego quedé completamente inconsciente. Mi cuerpo y el de mis compañeros guerreros quedó en el campo de sangre y lodo. Habíamos sido completamente derrotados. Perdimos la batalla.

***

Un tiempo indeterminado después, volví a la consciencia por el efecto de un gran sorbo de agua tibia que ingresaba por mi garganta. Lo primero que hice fue tener un reflejo que me hizo vomitar una gran cantidad de sangre. Inmediatamente reaccioné con alarma, pero alguien me calmó y me asistió. Me sentí completamente destrozado, aun así, pude ver, observé que una mujer joven me asistía. “Cálmate guerrero…cálmate. Ya se fueron, estas fuera de peligro”. -Me dijo con una suave voz de ángel. Me ayudó a sentarme, entonces pude darme cuenta que tenía una terrible herida de lanza en la base del cráneo, la lanza había dañado la musculatura del cuello, pero por increíble que parezca, podía mover la cabeza. La mujer me había curado y contenido mi sangrado, ella salvó mi vida.

Ya sentado ella limpió mi rostro con lienzos mojados en agua y me dio de beber jugos de frutas para fortalecerme. Volteé para ver a mis compañeros, sus cuerpos yacían muertos y destruidos, pero pude apreciar que diez a doce de ellos recibían atenciones de personas. Otras personas del mismo grupo que nos ayudó, cargaban los cuerpos en una suerte de carreta para llevarlos a un lugar más seguro y darles entierro.

“¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!” -Traté de gritar, pero de mi boca sólo salió un sonido indescifrable.

“No te esfuerces, estarás bien. Vamos párate, vendrás con nosotros y tus compañeros también. Necesitas sanar de tus heridas. Eres un guerrero valiente. Mi pueblo los ayudará”. - Me dijo la joven mujer.

Entre varias personas me ayudaron a incorporarme, sentía un inmenso cansancio, dolor y angustia. Me subieron a una carreta y juntos con mis compañeros sobrevivientes y con los muertos nos fuimos para recuperarnos. Ya no llovía, brillaba el sol de la tarde, infundiendo en mi espíritu confianza y esperanza. En medio de la debilidad pude apreciar el rostro de la mujer que me estaba ayudando, era joven, bella y buena. Era el ángel que Dios me mandó para rescatarme.

Quise hablar, pero no pude, traté de moverme y hacer algo. Mientras lo intentaba esa joven me hablaba muy calmada: “Estás muy herido, no necesitas hacer nada, nosotros te curaremos” Entonces mientras observaba el ambiente y a la joven, pensaba en la gravedad de mi daño, pero entonces, un gran cansancio me invadió y quedé completamente dormido.

Al día siguiente desperté con la firme resolución de sanar y reorganizar a mi ejército. Los días fueron pasando y yo y los hombres que quedaron se fueron recuperando, algunos con secuelas irrecuperables, Reconstruir nuestro ejército nos costaría mucho esfuerzo. La joven que me atendió el primer día me atendía con diligencia y dedicación sin pedirme nada a cambio.

Un día cuando estaba mucho mejor, estaba comiendo frutas con ella, conversábamos de la vida. Le pregunté su nombre y ella me dijo que se llamaba Mandy. Durante los días que duró mi atención aprecié que ella era una mujer joven, buena y bella, era mi ángel. Le hablé del plan que tenía para reorganizar nuestras fuerzas, ella me dijo:

- David, quiero decirte algo, por favor no vuelvas a la guerra, deja esa vida, sólo te llevará a la muerte o al conflicto permanente, el Ejercito enemigo es muy fuerte y la causa que defiendes es sólo por territorio. Deja esa vida y vámonos lejos, allá en el horizonte hay abundantes y hermosas tierras, las poblaremos y formaremos una comunidad pacífica y feliz, eres un hombre fuerte y bondadoso, lo lograremos.

Mi primera reacción mental fue decirle que no, pero luego algo sucedió en mi corazón, yo también soñaba con una vida pacífica y feliz. Yo ya era un hombre de mediana edad, tenía 45 años, entonces observé a mi alrededor y llegué a la conclusión que era una propuesta buena.

- Quiero decirte algo –le dije- He apreciado tu bondad y tu forma de ser, eres una mujer bella, joven, tierna, llena de amor y has sido mi ángel en este proceso. He llegado a enamorame de ti. Si me voy con ustedes, te amaré por siempre y haré todo para que seamos felices.

Entonces me acerqué, le acaricié los hombros y el cabello y le di un beso al cual ella me correspondió. “David, tu eres el hombre que amo”. Por favor, vámonos y formemos una familia, seremos muy felices.

Me quedé callado durante un tiempo, miré al cielo, a mis compañeros y pude sentir que, sin ser conscientes, ellos también querían dejar la guerra e iniciar una nueva vida. La claridad de mis sentimientos vino a mi corazón y besándola nuevamente le dije: “Mandy, por tu amor y por nuestra felicidad y la de todos nosotros, nos iremos y construiremos una vida pacífica y feliz. Dejaré la guerra y nos iremos para ser felices. Seremos muy felices”. Entonces nos abrazamos en un abrazo infinito lleno de amor y de resolución para iniciar una nueva vida.

FIN

Escrito en Pisaq. 2018.

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